Por, Marcos Martinez Flores

Al monumento en honor de Atahualpa, situado en el parque
Ciudad Blanca de Ibarra, los vándalos lo han ofendido con grafitis,
pero otra profanación y otro vándalo es hoy su mayor amenaza:
se trata de la propuesta de trasladar el busto a un lugar marginal
de la urbe. El cabecilla local quiere arrumarlo muy lejos del gran
supermercado. Ha dicho, festejando luego el chiste a risotadas
junto a sus aduladores:
_ Y ahora: ¿dónde botamos al indio?
Foto: Dr. Marcos Martínez F.
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Este afán por borrar de la memoria histórica a la Nación Caranqui,
lo indígena en general, este racismo aberrante, no es nuevo,
remonta a eventos previos.
Hace unos años, en julio de 2013, el pueblo Caranqui se unió para
resistir la demolición de otro monumento a Atahualpa cerca del
Templo del Sol y el museo. En ese momento, la administración
municipal planeaba remodelar el espacio de manera inconsulta,
derrocando monumento, templo y museo, utilizando incluso
explosivos y pretendiendo, increíblemente, sustituir la estructura
conmemorativa por ¡canchas de básquet¡ La resistencia de la
población, enraizada en la historia milenaria, logró preservar el
monumento tras marchas y vigilias.
El tiranuelo de entonces, se atrevió a tocar una fibra sensible, un
lazo, una vena articuladora con más de mil años de historia. La
población despertó al combate, la historia se volvió presente,
engranó al próximo ciclo, con la presencia de líderes,
protagonistas de esta lucha, que, por sus apellidos, se puede ver
que descienden de las mismas personas que lucharon contra la
invasión incásica.
Muy parecidos entre ellos los dos profanadores, especialmente en
el manejo de la cosa pública, sin duda, el actual, más eficaz que
el otro para el lleve. Este último, tan audaz que, de un Concejo
de lacayos, (salvando a tres dignos) ha conseguido mayoría de
votos para, no me van a creer, ¡vender parte del parque!, a un
supermercado, y claro retirar el monumento.
Desconoce el actual vandalizador del patrimonio cultural, que:
En Imbabura, aprendimos a venerar la memoria de Atahualpa
desde la escuela, guiados por maestros que, con sus relatos y
lecturas nos trasportaban como en una película:
A la épica resistencia caranqui contra los incas, la princesa
Paccha, el nacimiento, obviamente en Caranqui, de Atahualpa; su
rigurosa formación de guerrero, finalmente la legendaria marcha
de Atahualpa y su ejército, dos mil kilómetros por el callejón
Interandino, hasta conquistar el Cuzco y vengar la matanza de
Yaguarcocha.
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Esta narración de la Nación Caranqui (Así la llama el historiador
Jacinto Jijón) venciendo al incario y enseñoreándose con sus
insignias en el Cuzco, de Atahualpa como el último inca, nos daba
raíces, nos hacía sentir orgullosos del terruño, de lo indio y de lo
mestizo, ya que se decía que Mama Juana Atabalipa era la madre
común de las familias ibarreñas. Historia que fue objeto de
cuestionamiento por una supuesta nueva historia, preocupada
por deshacernos de nuestras raíces.
Pero al final fue historia. Los vestigios, los nuevos documentos
encontrados en los archivos, confirman a cronistas e historiadores
clásicos, incluso también peruanos, investigaciones directas y
compilaciones por años trabajadas por los superlativos
historiadores Costales. Libro fundamental para entender la
epopeya Caranqui, que debe ser difundido en todos los niveles
escolares es “Huambracuna la epopeya de Caranqui”, escrito por
Alfredo Costales y Dolores Costales.
La pregunta es: Esta Ibarra nueva desvinculada de sus raíces,
aculturizada, profundamente racista por la pérdida de sus valores
ancestrales, que por influencia de los medios prefiere el
supermercado al campo y Netflix a la historia, ¿Opondrá
resistencia? ¿Despertará de su larga siesta?
Creo que sí: Creo que en todos late la vena de los
“HUMABRACUNAS” aquellos míticos guerreros atahualpistas,
descendientes de los sacrificados en Yaguarcocha, que en abril de
1532 asolaron el Cuzco.
Varito, o “Al”, así le llaman al actual atacante de los sitios
históricos, se metió con el pueblo quechua-caranqui, de nada le
sirve su disfraz para San Juan pues la gente ya comprende quien
es.
Los tiranos y tiranuelos como él, con el objetivo de imponer sus
agendas, han buscado sistemáticamente destruir los vínculos con
la tradición y lo ancestral. Comprenden que las personas
desvinculadas se convierten en susceptibles a la ingeniería social,
reducidas a meros consumidores de supermercados.
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Es por ello que estos nefastos lideres desprecian aspectos
fundamentales como la religión, la historia, el respeto a nuestros
mayores, así como las festividades y rituales que nos conectan
con nuestro pasado. En sus planes educativos, excluyen
deliberadamente disciplinas que contribuirían a explicar a las
nuevas generaciones el mundo del cual proceden. (Fuente La Espuela)

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