Por Amable Gonzáles
La violencia contra la mujer en la familia y en la sociedad es generalizada y traspasa el nivel de ingresos y la clase social o cultural, los ejemplos huelgan, los casos se repiten, pero los índices no han disminuido tanto en América Latina como en el Ecuador.
Muchos criminólogos estiman que la violencia en el hogar contra la mujer tal vez sea el delito sobre el que menos se informa, debido a que las disputas en la vida privada de la familia, aun cuando entrañan malos tratos físicos, a menudo no se perciben como actos criminales, ya sea por quienes los perpetran, por las propias víctimas o por el sistema jurídico.
A nivel internacional existe una convicción cada vez mayor de que la violencia constituye una violación de los derechos humanos fundamentales de la mujer, también existe una conciencia cada vez mayor de la necesidad de elaborar un sistema internacional para atacar eficazmente este problema.
La violencia física, sexual o sicológica que ocurre en la familia, incluidas la agresión física contra la mujer, el incesto, la violencia relacionada con la dote, la violación conyugal, la circuncisión femenina, la violencia que no procede del cónyuge, la discriminación y la explotación financiera.
En esta sociedad hay también violación, los malos tratos sexuales, el hostigamiento sexual y la intimidación en el lugar de trabajo, la trata de mujeres y la prostitución forzada y presentación degradante de la mujer en los mass media.
Ante esta cruel realidad que ocurre en el país, en Imbabura, en el norte del país, es necesario hacer un llamado a la comunidad internacional a que se comprometan definitivamente a erradicar los actos de violencia contra la mujer que constituyen un obstáculo a su obtención de la igualdad, el desarrollo y la paz.
Hay la necesidad de poner término a este mal trato generalizado a otros seres humanos, a erradicación de este problema exigirá un esfuerzo concertado por parte de las personas, las naciones y la comunidad internacional toda.