Por Javier Angulo Cardinale
Ser papá no es tarea fácil. Estar en los zapatos de papá y dejar una huella perdurable puede marcar el destino de un hijo o hija, sobretodo puede ser una experiencia enriquecedora, depende cómo lo asumamos. Por medio del presente artículo pretendo honrar a esos padres que han asumido con orgullo la paternidad así como reflexionar acerca de la misma desde la realidad social que se vive en el mundo hispano. Tuve la bendición de haber tenido un padre maravilloso, que aunque no era perfecto fue un modelo a seguir en muchas áreas de mi vida, dejándome el legado de la disciplina, el trabajo, el esfuerzo y la sencillez con que vivió su vida. ¿Cuáles son las expectativas de los hijos hacia los padres?, ¿qué mitos existen en la sociedad actual? y ¿qué papel tiene la paternidad en el desarrollo adecuado de los hijos e hijas?
He dedicado tiempo a ver los rostros de los niños y niñas cuando se encuentran en los parques, los restaurantes, por la calle o en un centro comercial; junto a papá, mamá, o ambos. Cuando les veo sonreír, me digo a mí mismo: ¡Dios, ese niño o niña se ve tan feliz! La mayoría de las personas estarían de acuerdo en que el ser felices debe ser el destino de los niños y niñas, ya que es su derecho.
Es duro reconocer que en América Latina, la paternidad responsable y participativa ha ido perdiendo terreno de una forma dramática. En algunos casos, esto se da producto de la emigración de los padres a otras ciudades o países en busca de una “mejor calidad de vida”, situación que priva a los hijos e hijas de su irremplazable presencia. En otros casos, producto del divorcio que dejó relaciones familiares débiles y heridas profundas. En otras circunstancias, esa paternidad responsable y participativa, tan necesaria para el sano desarrollo de nuestra sociedad, no se da, debido a los embarazos resultantes de relaciones extramaritales. Así mismo, otra de las razones es el alto grado de machismo y la resultante figura del progenitor como proveedor y dictador de normas.
Muchas veces los padres caemos en la clásica idea de que papá es solo aquel que es proveedor material, pero se nos olvida ser proveedores de consejo, proveedores de amor, proveedores de ejemplo, y proveedores de buenos hábitos.
¿Habrá esperanza para nuestros hijos e hijas ante este panorama? ¿Será que la historia puede cambiar? Creo que sí. En América Latina aún hay hogares cimentados en valores que luchan por no ceder ante tantas amenazas ideológicas, culturales y de libertinaje que tienen a los padres nadando contra corriente. Un ejemplo de esos desafíos es el tendiente aumento de la influencia de los medios de comunicación, que sigilosamente trata de restar valor a la importancia de una paternidad responsable. Por lo tanto, la esperanza está en aquellos padres que reflexionan y que asumen seriamente el desafío de ejercer su rol de forma responsable, para convertirse entonces en buenos modelos y así influenciar, de forma positiva, a sus hijos e hijas, nietos y nietas.
Ahora bien, ¿cómo vivir la paternidad de forma responsable y tan intensamente que deje marcas de amor y recuerdos valiosos en los hijos e hijas? Para ello es necesario conocer las necesidades y desafíos que enfrentamos los padres. Además, es importante aprender de aquellos progenitores que se esfuerzan por ser ejemplares.
La meta de todo padre debe ser la de criar en amor hijos e hijas saludables financiera, física, intelectual, emocional y espiritualmente. Eso es lo que realmente cuenta, es tener la voluntad de enfocarse en el desarrollo de nuestros hijos como el más preciado de los tesoros que se nos ha dado. De manera que las sociedades que logren criar niños y niñas con valores y conductas adecuadas, verán un impacto muy positivo en su familia y país. Para lograrlo, es necesario vencer tres desafíos principales: tiempo, diálogo y ejemplo.
El primer desafío tiene relación con el tiempo, los padres deben ser conscientes de cuánto tiempo real dedican a sus hijos en comparación con otras actividades. Por ejemplo, estudios demuestran que los padres dedicamos más tiempo a ver televisión que a compartir con nuestros hijos. Además, es común que surjan pretextos como “tengo mucho que trabajar”; en este sentido puede que lo que necesitamos más bien es una buena organización del tiempo, lo cual evitará llegar tarde o llevar trabajo a casa. Otro de los pretextos que nos limita a dedicar tiempo a nuestros hijos es decir: “Lo que cuenta es la calidad no la cantidad.” ¡Falso! Imagínese por un momento que usted tiene 15 días de no comer, y que de repente, le den 500 gramos de un filete mignon, en salsa de hongos. De fijo que lo disfrutaría, pero ¿qué tal si le dicen que una vez que se lo termine, deberá esperar otras dos semanas para que le den otro trozo igual, y que mientras tanto estará en ayuno? ¿Usted diría que la calidad de la carne es lo único que cuenta o también se debe contemplar la frecuencia de las comidas? Bien, por supuesto que de poco contribuirá a la buena salud el tener un manjar una vez cada quince días, y luego pasar hambre. Pues ¡cuánto más con nuestros hijos!, de forma que, debemos hacer un esfuerzo por sacar al menos 2 horas para compartir con ellos. Esto se puede organizar a lo largo del día, por ejemplo, treinta minutos por la mañana (al desayuno), una hora a la cena, y treinta minutos compartiendo, leyendo o jugando.
El segundo desafío como padres es mantener diálogos y conversaciones con los hijos e hijas, lo cual les permitirá desarrollar confianza en sí mismos, y expresar sus inquietudes. Conocer a sus hijos requiere de tiempo, tanto planificado como espontáneo, Así, por medio del diálogo y de la amistad, todo padre tiene el privilegio y el honor de colaborar en la formación del carácter de sus hijos e hijas de una manera sana. No obstante, los padres deben enfrentar uno de los mitos más comunes: “las madres son las llamadas a conversar con sus hijos e hijas”. Contrario a esto, el rey Salomón, con todo su poderío y ocupaciones, tomaba tiempo para dar consejos a sus hijos y aún más ponerlos por escrito, cuando les decía: “(…) Escucha hijo mío, las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre..” bien decía Salomón Posteriormente, procede a listar una serie de consejos sobre cómo mantenerse en el camino correcto y lejos de los malos consejeros y presiones sociales de su tiempo. Conforme crecen lo mejor es que sus hijos tengan la confianza de preguntarle acerca de sus decisiones para que pueda sembrar en ellos su opinión y experiencia, así como sus valores, sea en temas financieros, emocionales, laborales entre otros.
Por lo anterior, es probable que aquellos hijos que mantienen diálogos con sus padres de forma diaria, sean menos propensos a tener problemas de vicios como alcohol, drogas, sexo ilícito y a involucrarse en problemas en sus centros educativos. De esta manera, la apertura de espacios de conversación o el aprovechamiento del diálogo en situaciones concretas, es la mejor forma de tratar temas que son de interés para nuestros hijos e hijas.
El tercer desafío para los padres es esforzarse por ser buenos modelos para los hijos e hijas. Esto no significa ser perfectos, sino procurar hacer el mejor esfuerzo para mostrarles cómo vivir una vida de la manera más correcta, recordando que también papá puede cometer errores. Lo importante es tomar en cuenta que en todo momento se da el ejemplo con la forma de actuar. Si usted como padre se está preguntando cuál es la mejor herencia que puede dejar a sus hijos e hijas, talvez esté pensando en bonos, planes de pensión voluntarios o certificados a largo plazo, fideicomisos, propiedades, o educación, ¡Claro que sí! todas esas herencias pueden ser importantes, pero la mayor herencia que un padre puede dar a sus hijos es su ejemplo como persona, sus valores, sus costumbres, su esfuerzo, su responsabilidad, su tiempo y sus consejos.
Tenga presente que poco a poco, los hijos van a ir abriendo sus ojos al mundo, y ellos estarán expuestos a la influencia de familiares, amigos, vecinos, compañeros de sus centros educativos, los medios de comunicación, etc. Por lo tanto, los padres deben aprovechar la influencia que pueden tener en los hijos e hijas desde pequeños, pues esto les permite sembrar una semilla en sus vidas, que germinará con el paso del tiempo. Las palabras y abrazos de un padre marcan la vida de los hijos, les da seguridad y aumenta su autoestima
Así, los padres tienen la posibilidad de formar hombres y mujeres de bien para el futuro, al igual que la oportunidad para estimular su creatividad y expresarles verbalmente amor y reconocimiento constantes. Se debe de evitar la agresión verbal y física, así como evitar las humillaciones o enfatizar sus defectos.
Ahora bien, hay casos en que por diferentes motivos el padre no tiene la posibilidad de vivir con sus hijos o hijas bajo el mismo techo, por lo que es de vital importancia la programación de tiempo con ellos. Ese lapso debe ser un oasis de amor para sus hijos, en el que la escucha y el conocimiento debe ser mutuo. Una comunicación abierta colabora al desarrollo de la confianza. Además, las madres cuyos hijos no viven con sus padres, deben propiciar la buena relación con su papá, sin transferirles frustraciones ni deteriorando la imagen del padre. Esto no quiere decir que se les oculte la verdad, sino tener una actitud de perdón e integración, que ayude a la relación de sus papás con sus hijos e hijas; incluso, se debe de evitar usar los hijos para manipular al padre financiera o emocionalmente. Lo importante es permitir que haya ese espacio entre papá y los hijos e hijas.
Como vemos, no es fácil estar en los zapatos de papá, pero estamos seguros que puede ser una aventura increíble, hermosa y enriquecedora. Para ser papá no se debe ser perfecto, sólo se debe de tener la ilusión, el propósito y el compromiso de desarrollar una relación con los hijos e hijas que les haga sentirse amados, valorados y dignos. No olvide que nunca es tarde para intentar dejar una huella en sus vidas, que les permita ver atrás y recordarle a usted con amor; asimismo, no pierda de vista que usted puede fomentar en sus hijos e hijas la capacidad de enfrentar los retos futuros, con confianza, fe y seguridad.
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