Fausto Giraldo
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Sí, el COVID19 no mira clases sociales y hoy ni edades, todos somos susceptibles de contraer los en cualquier parte del mundo.
Sí, la Organización Mundial de Salud emitió los protocolos para atender una pandemia, claro está son protocolos preventivos aunque los gobiernos no han hecho esa parte sino que se han dedicado a sacar estadísticas diarias de cuantas personas son contagiadas, cuantas muertas y cuantas en estudio, llámese cerco epidemiológico. No cuantas se recuperan porque ese dato no ha cambiado.
Para quienes tenemos un fijo empleo y a futuro quizá no se nos alteren las condiciones laborales e ingresos económicos es muy fácil ejecutar el protocolo principal en esta pandemia, #quedateencasa, a la final tenemos casa, comida y servicios básicos conectados, incluso algunos y muy pocos tienen un habitad de opulencia.
Es verdad también muchas personas actúan de forma irresponsable, sin tener que hacer en la calle están deambulando en ellas, están en los parques o esquinas conversando, algunos hasta ingiriendo alcohol, otros poniéndose de acuerdo para delinquir, algunos con sillas en las aceras de sus casas.
Pero ¿cómo decirle a quien vive del día a día quédese en casa?, al comerciante informal que no tiene un puesto fijo, al betunero, al albañil, al jornalero u otros oficios que dependen de lo que se les pague el diario y con eso comían sus familias.
Según esas estadísticas más de cinco millones de habitantes no tienen empleo fijo, sus ingresos de alimento diario son de un dólar y carecen de todos los servicios, son incluso deudores de estos servicios básicos: energía eléctrica y agua potable.
En este contexto hay una frágil línea entre quedarse en casa y vivir el día a día cuando la respuesta estatal está muy distante de atender la crisis, no solo sanitaria, sino humana que se ha generado y cuyas consecuencias aún no se las visibiliza por el inmediatismo del pensamiento poblacional que considera que solamente hay que dar mascarillas, guantes y decir quédate en casa con un pequeño kit alimenticio, que no digo sea malo, sino que es insuficiente más cuando el impacto socio económico será gravísimo para por lo menos un 80% de la población.