Fausto Giraldo
Son alrededor de 260 partidos y movimientos políticos nacionales, provinciales y locales que estarían calificados para postular candidatos en las elecciones del 2023, habría 70 organizaciones más en camino aunque estas no alcanzarían a participar el próximo año.
¿Que inspira a los promotores partidarios a formar tanta organización electoral? Acaso el profundo sentimiento patriótico y la formación cívica que llevan en su pensamiento o será el ánimo del servicio profundo a la comunidad y la sociedad entera por el desarrollo de los pueblos.
Para “descubrir” todo este afán de participación electoral habría que desentrañar algunos aspectos que nos proporcionarían alguna idea de esta destacada motivación:
De 17 millones menos del 25% de ecuatorianos pertenecen a un partido o movimiento o en su caso han dado su firma para la legalización ante el organismo electoral.
De todos los partidos y movimientos menos del 5% tienen una definición y conducta ideológica desde el punto de vista de pensamiento, las demás se desenvuelven en torno a la “oportunidad” y como se conduce el cauce político electoral o las relaciones de poder imperantes, en unos casos son de izquierda, en otros dicen ser de derecha o a su vez han anexado la palabra centro a la izquierda o derecha, pero en definitiva responden a posiciones de populismo, demagogia o cálculo político.
La conformación de partidos y movimientos hace rato dejó de pensar en “ideología”, su origen está vinculado a la disputa de liderazgos dentro de organizaciones ya existentes y en las que el peso del cacicazgo provoca la ruptura, división o salida de figuras que quieren tener su propio instrumento de participación electoral o de negociación política para acceder a cargos en las administraciones gubernamentales, sean nacional, provincial o local.
Hay una suerte de “prostíbulos electorales” en donde algunos legalizan partidos y movimientos para poner en oferta candidaturas a las diferentes dignidades y en las que se cotizan a los mejores postores “ciudadanos patriotas decididos a entregar su vida y asumir el reto de administrar la cosa pública por el bien de los pueblos” aunque contradictoriamente para lograr prestar los servicios a la patria pagan importantes sumas de dinero por el espacio electoral.
No es que los partidos políticos son malos, son necesarios para participar en elecciones y en la acción de contrapoder que deba ejercerse en un territorio; sin embargo, hay que repensarlos, replantearlos, consolidarlos en su estructura y ante todo en su imaginario y principios de transparencia interna.
Depurar el sistema electoral es una tarea urgente que pasa por la reestructura del organismo, este debe dejar de ser un Consejo y debe convertirse en un Instituto Electoral cuya labor sean dos funciones, principalmente: organizar las elecciones y promover la educación política de la población.
De su lado es la sociedad en general la que debe discernir que hacer con tanta organización partidaria y movimientos políticos que han degenerado la participación electoral, construir un gran movimiento social cuyos principios basen identidad histórica, política, social, económica, ambiental que promueva la colectivización de la vida a través de la equidad en todas las dimensiones.