Fausto Giraldo
Pensábamos que con la presencia de nuevos legisladores, aunque unos cuantos se reeligieron, habría esperanzas para los ecuatorianos de contar con un ente que responda ante el país y sus mandantes, pero como se diría popularmente “se vuelve a llover sobre lo mojado”, evidenciando que de forma definitiva existe un “fracaso legislativo”.
Se creía que las prácticas diezmeras, tráfico de influencias, vendettas y ajusticiamiento político, pugna por el control de la institución, insultos, agresiones, amarres y componendas eran propiedad de los periodos anteriores, pero nada de ello ha cambiado.
Leyes que se han aprobado que ni el uno por ciento de ecuatorianos las conoce, otras que son vetadas parcial o totalmente por el ejecutivo quién funge como colegislador y una cantidad infinita de proyectos que al parecer están alojados tal cual fuese un hospital del “seguro social” y no precisamente en una sala de terapia intensiva sino en una bodega o basurero húmedo y lleno de “ratas”, osea similar a los depósitos de los equipos y medicinas.
Ecuatorianos nos equivocamos, elegimos asambleístas “al arrastre”, es decir que nos gusta el candidato presidencial y votamos por cualquier individuo para la asamblea, conociendo incluso sus obscuros pasados o desconociendo sus capacidades y probidad notoria.
Realmente se requiere una profunda reforma política e institucional en el país, electoral inclusive, que límite la repetición de aquellos “vividores del servicio público”, de los negociantes de cuello blanco y por qué no decir de los incapaces de gestionar o dirigir las entidades; aclaro, tener un PhD no implica ser capaz, muchas ocasiones un cartón de cuarto nivel, doctorado y ahora de moda postdoctorado lo compran o lo ganan al puro estilo del “rincón del vago”.
A un año de la elección de asambleístas, de Imbabura en particular, puedo decir en lo personal y quizá sintonizado con la mayoría de personas: “cero polito, cero”.
