Por: Amable Gonzales

La misión fundamental de los militares consagrada en la Constitución, es conservar la soberanía nacional, defender la integridad e independencia del estado y garantizar el ordenamiento jurídico de este. No se equivocó cuando alguien dijo los militares a los cuarteles y los políticos a la política.

Los militares tuvieron un papel decisorio cuando la democracia tambalea, eso ocurrió en la historia reciente del país, cuando cayó Carlos Julio Arosemena, asumió una dictadura militar, en los años 70 gobernaron el país, cuando no era esa su función; con la caída de Abdalá Bucarám y de Jamil Mahuad, ellos pusieron orden en el Ecuador, no olvidemos que Gustavo Noboa juramentó en el Ministerio de Defensa.

En consecuencia desde inicios de la república, los militares han ejercido un poder importante en la marcha del país, incluso en América Latina se instalaron regímenes dictatoriales militares, esa experiencia la tuvimos en Ecuador en los años sesenta y setenta. En Argentina y Chile se habló de actos genocidas y de desaparición de opositores.

“Zapatero a tus zapatos”, puede ser la frase que se ajuste a esta realidad, los civiles no tomamos decisiones en asuntos internos en la fuerza armada, igual tiene que ser para este importante sector, ellos no pueden inmiscuirse en asuntos de los civiles, la Carta Política habla de que las Fuerzas Armadas son obedientes y no deliberantes, pero esa línea ya la han sobrepasado en los últimos acontecimientos.

Los militares y los civiles son tan ecuatorianos como los sacerdotes, pero en el sistema democrático, no hay que distraerles de sus funciones exclusivas, es como que los civiles pusieran orden utilizando las armas, cada quien en su cada cual.

Los militares en ciertos aspectos pueden colaborar para mantener la seguridad de las personas, deberían coadyuvar en determinados momentos y sitios complicados, pero no se los puede distraer de su función elemental, salvo que haya una reforma legal o una enmienda que cambie sus objetivos.

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