Viviana Paredes

Alzamanos”, “aleccionados”, “Estado candidato”, “caudillo sin sucesor”. Leyendo estas expresiones, uno pensaría que provienen de un político opositor ecuatoriano que busca atacar al gobierno a través de calificativos por demás subjetivos que vienen desde su perspectiva ideológica. Y lo son, pero no es uno, son dos políticos ecuatorianos los que han emitido esos adjetivos contra la Función Ejecutiva, la Función Legislativa y sus representantes. Dentro de un Estado democrático la libertad de generar estos “comentarios” en un conato de debate político, debe ser tolerado, básicamente porque demuestra la calidad de representantes que posee la derecha. Sin embargo, el problema se crea cuando estos políticos, fungen como periodistas en medios de comunicación masivos. Esta ventaja de expresarse diariamente frente a millones de personas, les permite generar una percepción de que no se trata de una postura ideológica, sino de una expresión imparcial dentro de una supuesta prensa libre e independiente.

Y es así como Alfredo Pinoargote y Diego Oquendo, los periodistas sin título, se dan el permiso a ellos mismos de influir en el pensamiento de sus audiencias a diario desde su privilegiada posición como entrevistadores en Ecuavisa y Radio Visión respectivamente.

Según una investigación del comunicador Milton Salvador, plasmada en su libro “Periodistas sin título”, ambos actores políticos fueron profesionalizados en abril de 1975, por la dictadura militar que gobernó al Ecuador en los años 70. Ninguno de los dos tuvo que matricularse en una carrera universitaria, afín al menos, para ser nombrado periodista por el gobierno de facto de la época, sencillamente cumplieron con el requisito de “ejercer la profesión” durante cinco años o más.

Para Diego Oquendo, sería irrelevante esta ventaja adquirida a través del diploma otorgado por la dictadura militar, según sus propias palabras el título “incluye un denominativo que no vale para maldita sea la cosa”. Es así como quienes tienen el poder de transmitir sus ideas y percepciones a la ciudadanía en general se refieren a la profesión que ostentan frente a una pantalla de televisión o un micrófono de radio. Sobraría decir entonces que la ética profesional fue una materia que no cursó ni uno, ni otro.

En días pasados, el otro actor político, Alfredo Pinoargote, al que se le entregó el grado de periodista sin estudios, generó un debate nacional en torno a la democracia y la estabilidad, al perder los cabales durante una entrevista al consultor chileno Patricio Mery Bell, indicando que a pesar de que la dictadura militar en Chile, dirigida por Augusto Pinochet y que generó más de 3.000 asesinados, aseguró la estabilidad en este país de nuestra región. Sus afirmaciones fueron inmediatamente rechazadas por la ciudadanía y miles de usuarios de redes sociales exigieron que se disculpe con el pueblo chileno y ecuatoriano. Nicolás Reyes Morales, nuestro compañero y amigo en La Junta, envió una carta al Presidente Ejecutivo de Ecuavisa exigiendo, como es lógico, una disculpa pública por parte del entrevistador, sin embargo el medio violando su Código Deontológico permitió que el periodista sin estudios regale una especie de justificación basada en editorial que lejos de intentar bajar la tensión con los televidentes, reafirmó su posición ideológica y corroboró que no es más que un político en campaña electoral detrás de un televisor.

Resulta inadmisible que sean ellos, quienes sin ningún control se conviertan en jueces públicos de la democracia, porque es imposible concebir que alguien beneficiado por una dictadura militar entienda cual es el concepto de libertad y la propia democracia.

Sin embargo, y resulta gracioso, que sean ellos mismos quienes expresan a diario desde sus espacios que no existe libertad de expresión en el país porque vivimos en medio de una supuesta censura. ¿Es desconocimiento o mala fe? La Ley Orgánica de Comunicación, vigente desde 2013 por Mandato Constitucional, prohíbe expresamente la censura previa pero exige la responsabilidad ulterior de comentarios y acciones en medios que vulneren los derechos de la ciudadanía. Esa protección legal a los espectadores, es lo que impide que se emitan “sutiles” comentarios violentos, discriminatorios o de cualquier tipo cuyo fin sea afectar los derechos de la población a través de la imposición de criterios personales desde los medios masivos.

Gracias a los opositores a la Ley de Comunicación, es que se justifica precisamente su existencia, pues son ellos los constantes vulneradores de la norma. La sociedad no puede tolerar más atropellos ni de quienes tienen el capital para la compra de medios de comunicación, ni de sus allegados (amigos, co- idearios, cercanos, etc.) que aparecen en sus pantallas. La defensa de la LOC debe ser una causa común de todas y todos para el respeto integral de los derechos ciudadanos. Son los medios y sus presentadores los que deben acostumbrarse a cumplir con la ley para aportar en la construcción de una sociedad democrática (aunque no estén de acuerdo con ésta) y no al revés, es decir no puede ser la sociedad la que se acostumbre a recibir contenidos discriminatorios, violentos, de crónica roja o que nos impongan el concepto de desigualdad como algo normal.

Finalmente hago un llamado desde esta trinchera comunicacional a Diego Oquendo y a Alfredo Pinoargote a participar en las elecciones de 2017 para que a través de un respaldo popular, generen una postura política que pretenda influir en las masas, porque no tienen derecho a hacerlo desde los medios de comunicación privados. La información debe ser precisa, verificada, contextualizada y contrastada. Ambos han dejado en evidencia que no pueden cumplir con esos requisitos para continuar tras la pantalla o el micrófono. Si no pueden conseguir un espacio de representación popular para legitimar su posición ideológica, deberán entender que en democracia es el pueblo en las urnas el que decide quién lo representa. Mientras tanto lo menos que podemos esperar y exigir es una disculpa pública seria, respecto a las declaraciones que santifican una sanguinaria dictadura. El pueblo ecuatoriano y chileno la esperan señor Pinoargote, es momento de que deje el ego y aterrice en la realidad política de un país que hace mucho tiempo dejó de creer en las supuestas bondades de ex funcionarios diplomáticos de la derecha como usted, que ahora fingen objetividad.

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