En nuestra sociedad que celebra en estas fechas el nacimiento del Niño Jesús y el advenimiento del nuevo año, abrimos una página nueva de expectativas, esperanzas y de incertidumbre a lo que pueda suceder; cada año que transcurre no es uno más, es uno menos en la vida de las personas, porque nos vienen otro tipo de problemas y necesidades.
Sin embargo, el nuevo año debe servir para hacer nuevos propósitos de cambio, claro no hay que hacer una lista grande, porque a la postre no se pueden cumplir, porque la experiencia nos dice que quién ofrece mucho no logra cumplir con sus objetivos.
Hay que ser optimistas, no desalentarnos ante la realidad, tampoco permanecer conformes, hay que buscar el cambio, pero con mucha sensatez, con iniciativa, con dinamismo, con positivismo y buena energía, todos cometemos errores, unos más grandes que otros, pero debe servir estas fechas para reflexionar y no repetir lo que estuvo mal y que nos hizo perder puntos ante los nuestros y a los ojos de los demás.
La vida es un soplo, por eso se la debe vivir con intensidad, disfrutando cada momento, cada hora, cada día, hay que recordar aquella máxima de que “ el tiempo es oro”, es decir que no podemos desperdiciar la oportunidad que tenemos para vivir, debemos dar gracias al creador porque podemos ver, sentir, palpar, respirar, eso ya es bastante.
Tenemos que luchar por no dañar a nuestra casa, que es la tierra, ayudar a defender los derechos humanos, hay que propender a las reingenierías de género para sanear la relación hombre- mujer, la superación de la violencia terrorista y de las guerras; hay que pensar en la buena educación, la proscripción del hambre, del abuso y de la mentira, la fortificación de la democracia; ser mejores con nosotros mismos, no mentir, no engañar para estar tranquilos con nuestra conciencia y sobre todo ser solidarios, fraternos, ayudar a los demás, pensando precisamente en el pensamiento de ese humilde hombre que pregonó la paz, hace dos mil años, pero que no ha sido escuchado.