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Preguntémonos: ¿Qué mujeres sufren la mayor violencia? y ¿Qué tipo de violencia estamos hablando?. Si la sociedad Real divide a la población en ricos y pobres, es decir no en mujeres y hombres, se debe entonces basar el análisis con esta referencia, caso contrario se formará parte de los pocos hombres y mujeres, valga la redundancia, que suelen exclusivamente victimizar a la mujer dentro de la connotación estética y no de la situación profunda en que ellas se desenvuelven.
Nadie niega, tampoco es menos cierto, que algunas mujeres de clase económicamente alta sufren algún tipo de violencia, principalmente intrafamiliar, como consecuencia del deterioro de la conducta humana y el comportamiento del hombre de aquellas familias en donde prevalece el concepto “machista” y que producto del consumo de alcohol, drogas o promiscuidad, transgreden la condición física del género femenino. Sin embargo, sin desmerecer el alcance, no se puede generalizar que este tipo de violencia intrafamiliar, así como la psicológica, política y de discriminación, sea de alto impacto en las mujeres de clase alta en comparación con lo que sí sucede con aquellas que pertenecen a la clase media y con mayor razón a la clase baja o pobre.
Lo dicho en el párrafo anterior se refleja en su forma de vida, las mujeres de economía alta tienen resueltos sus requerimientos de orden material: empresas, dinero, educación, recreación, turismo, vivienda, alimentación y nutrición, transporte, seguro privado, independencia económica e incluso las instituciones aplican la norma jurídica y la acción pública a su favor cuando de acudir a ellas se trata.
¿Qué mujeres entonces sufren mayor violencia?, considero que son aquellas que en primera instancia carecen de los recursos económicos para satisfacer sus necesidades fundamentales de vida: alimentación vivienda, educación, salud, recreación, seguridad social.
Seguramente dirán que este no es un problema relacionado con el día de la “No Violencia”, para la visión funcional y convencional desde luego, pero para un concepto de desarrollo transformador la condición socioeconómica establece un alto grado de violencia hacia la mujer cuya limitación o incapacidad de satisfacer sus necesidades dejarán marcada una profunda cicatriz emocional y psicológica para siempre.
Las mujeres que sufren mayor violencia son aquellas de los hogares en los que sus compañeros de vida carecen de un empleo o sus ingresos no permiten satisfacer los requerimientos, allí es cuando, por la formación histórica cultural que el sistema ha alimentado en los hombres de este sector confunde entre la responsabilidad y la actitud de dominio machista que promueve la agresión física como respuesta a la exigencia del hogar, es pues entonces la incapacidad de satisfacer las necesidades de vida un factor generador de la violencia, sin dejar de lado la conducta social cimentada en el hombre en cuanto a valores y sentimientos negativos en su relación con la mujer.
En el mismo sentido existe un tipo de violencia oculta en cuanto al empleo, “violencia de mujeres en contra de mujeres”, reflejada en empresas o en trabajadoras de hogares cuyas propietarias o “patronas” transgreden la integridad física y psicológica a través de la agresión, incluso verbal de las mujeres dependientes laboralmente, al tiempo de discriminar las y tachar las peyorativa mente por su origen económico, étnico, social o cultural en el que afectan su dignidad, también las “explotan” sometiendo a ellas a chantajes y amenazas con el pretexto de cuidar su empleo.
Existe también en el ámbito político un nivel importante de violencia en contra de la mujer, dentro del poder, hombres que cumplen designaciones o elecciones iguales que las mujeres, sin embargo generan condiciones de discriminación y menoscabo de las capacidades que estas tienen al momento de ejercer su función. Sostengo que este, siendo importante, no es el principal hecho de violencia, es más contundente el impacto de la ausencia de políticas estatales que permitan generar espacios de posicionamiento, defensa y fortalecimiento de la equidad, responsabilidad que recae en el poder político controlado mayoritariamente por el hombre. El poder político transgrede contra la mujer y más contra la mujer pobre.
El poder sostiene siempre una distancia entre el y la gente, esto se produce cuando se hacen uso de terminos que agreden y transgreden la dignidad de las personas.
El poder económico a través de la publicidad que se confunde entre el producto de consumo y la “mujer de consumo” y a su vez el poder político que, en nuestro caso es muy marcado, las mujeres que no piensen igual que el poder absoluto son ultrajadas, insultada, vilipendiada, y demás “adas” que puedan existir. Fiel reflejo del concepto machista de la estética del poder que las recupera como adorno del mismo, pero que en el manejo político las inmoviliza y cuestiona su accionar como lo recientemente sucedido con el derecho al “aborto médico y psicológico excluido en el Código Penal.
Recordemos que si una madre no tiene dinero para pagar la educación de sus hijos busca el acceso a la educación pública y si para conseguir el cupo debe hacer largas filas, incluso por las frías noches, será un acto que marcará un momento como violento en la vida de aquella mujer, que sus hijos no puedan estudiar es violento, pues a ello denominaría la “No política pública” de la que me refería anteriormente. Similar será con los ámbitos de la salud, empleo, vivienda, seguridad social y todos los aspectos requeridos para la vida de la especie humana.
Esta violencia no es considerada en el esquema convencional de la NO VIOLENCIA, son retóricas líricas de la conmemoración del 8 de marzo, en realidad estos aspectos están ligados al permanente vivir de las mujeres, requieren ser tomados en cuenta para comprender qué tipo de violencia se ejecuta y contra quienes, establecer como las mujeres, junto a los hombres, se incluyen en una necesaria transformación de realidades, por el bien común, por el bienestar de una sociedad entera.

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