Ibarra, 10 de Junio del 2019.
Me llamo Eduardo y soy enfermo alcohólico.
Soy ingobernable, Esposo de una gran mujer, que es Al – Anón, padre de tres bellas hijas y un varón inquieto y engreído de sus travesuras, abuelo de dos varones preciosos y de una nieta linda , de profesión Profesor y Sociólogo, con título de cuarto nivel en Educación Superior y Politécnica. Tengo un hogar y trabajo estables.
Soy un alcohólico en recuperación, que es en verdad lo más importante, es esta aceptación de doble vía la que me da el libre albedrío, la alegría de vivir un día a la vez, claro está en el tema del no a la primera copa, pero siempre pensando en trabajar en mente abierta, buena voluntad y honestidad en todos los asuntos… vaya tarea.
En agosto cumpliré 57 años, pero hoy estamos aquí para celebrar el 84 aniversario de AA y mis 19 años y 5 meses de sobriedad, si el más importante, como miembro de Alcohólicos Anónimos. ¿Por qué digo que mi aniversario de A.A. es más importante que el de cualquier otra celebración? La respuesta es que, a través de A.A., sus 36 principios espirituales, no religiosos, no sólo me salvó la vida y me devolvió el sano juicio, sino que también me dio una nueva forma de vida que ha enriquecido mucho mi entorno familiar, laboral, social y político.
Mi sobriedad tiene que ser la cosa más importante de mi vida. Sin la sobriedad, sin el sano juicio, volvería inmediatamente a llevar la vida que llevé durante mis últimos años de bebedor, la vida de uno que iba hacia abajo y lo que me esperaba era la desesperanza. {La cárcel, el Hospital o una temprana muerte} y cada vez perdiendo en todos los sentidos e incluso la propia dignidad.
Creo que me lanzaba a trabajar por trabajar, en la cosa política y sin ninguna estabilidad laboral, por ello en muchas direcciones me lanzaba y perdiendo con el tiempo el liderazgo y apoyo, volvía como perro arrepentido con el rabo entre las piernas y a refugiarme en el calor de la familia que de a poco también, por mis actitudes se enfriaba; hacía cualquier cosa para evitar mirarme a mí mismo,
enemigo del espejo, no quería volver a perder, no deseaba ver hacia atrás, miraba a mis dos primeras hijas y me sentía un mal padre, sabía que como esposo era un fracaso… El alcohol llegó a ser una recompensa que le daba a mi cuerpo, espíritu y que ayudaban a equilibrar emociones. Con el fácil pretexto de “Con la misma intensidad que trabajo, me divierto” traté de justificar una forma de beber que se había hecho más frecuente, y por periodos más largos, y que resultó mentiras, decepciones e irresponsabilidades acumuladas y que ya eran incontrolables…
Impulsado por sentimientos repetidos de culpa, de remordimientos, de soledad, angustia y depresión, fui buscando la ayuda de los médicos, sicólogos y de mis compañeros de lucha, en vano. Probé abstinencias largas, cambios de licor, actos de abnegación, cambios geográficos. Nada funcionó. Me encontré desmoralizado, desesperado. Así, una vida que había sido motivada por grandes ideales, grandes entusiasmos, ardientes esperanzas, llegó a encerrarse en un círculo compuesto por la botella y yo [En determinados momentos de mis borracheras finales ya no me importaba con quien, en donde y que tipo de bebida]. El Político, el líder, el hombre de masas mil, se postraba ante otro maestro, el alcohol.
Finalmente, desde el fondo de mi pozo profundo, envuelto en la oscuridad, sin esperanza y desamparado, grité pidiendo socorro. Por fin, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr la sobriedad. Y con maletas afuera y con mi familia destruida y sin tener a donde ir comencé a buscar a un ex compañero de tragos mil, que había visto su cambio y decían asistía a una comunidad donde comparten fortaleza y esperanza y era por ahí el camino…
Después de un periodo de búsqueda en direcciones equivocadas a mi amigo, asistí a mi primera reunión de Alcohólicos Anónimos. [10 de enero del 2000] Escuché con mente abierta. Además, pasé un año en tratamiento psicológico y amplié este evento para mi familia, pues creía que ellos necesitaban más y verdad que no me equivocaba, pues solo se requiere amar con desesperación o estar al borde de la locura para vivir junto a una persona como yo. Día a día, un día a la vez, me he mantenido alejado del primer trago. Alcohólicos Anónimos. Se ha convertido en mi forma de vivir. Me doy cuenta de que, paradójicamente, mantengo mi sobriedad regalándola. Dondequiera que alguien busca ayuda, yo soy responsable. Lo que me fue dado libremente, libremente tengo que dar.
De una cosa estoy seguro: AA quiere hoy que esté sobrio durante estas 24 horas. El programa si lo practico, dispondrá del resto y las promesas de la comunidad
se me irán dando esa motivante y recomendad acción del servicio para llegar a los alcohólicos que aún están sufriendo. Si permanezco fiel a este camino, al camino de la vida de Alcohólicos Anónimos., día a día, durante los días que me quedan, medito -y lo creo, aunque con cuidado de la autosuficiencia, para que AA, mediante su programa de amor y servicio, me convierta en el Esposo, Padre, hermano, abuelo y amigo nuevo y de nueva onda y sobre todo sabiendo que la hermandad más fuerte es aquella que me da la posibilidad de decirles que; comencé a trabajar en el programa en sus doce pasos de recuperación, sus doce tradiciones para la unidad y sus doce conceptos para el servicio mundial y las garantías que me ofertaron se convirtieron en promesas que me dan la satisfacción enorme de estar con ustedes y junto a mi familia compartiendo mi experiencia, gracias mil.
Eduardo