La ciudad de Ibarra y algunos cantones de la provincia de Imbabura se afectaron con dos terremotos que tuvieron su epicentro en la provincia de Napo, eso fue hace 29 años, el 5 de marzo de 1987. La iglesia de la  Basílica de la Dolorosa casi se destruye en su totalidad, otras casas se vinieron al suelo, la población durmió esa noche en las calles y plazas por temor a un nuevo sismo.

El 5 de marzo de 1987, el Ecuador fue golpeado por dos terremotos. El primero, a las 20:54, con una magnitud de 6,1 y el segundo, a las 23:10, con una magnitud de 6,9. El saldo final fueron 1 000 muertos y daños materiales por USD 1 000 millones, pero la mayor destrucción no se produjo por los sacudones de tierra, sino por los deslaves. En realidad, aparte de algunas edificaciones afectadas en Baeza, Ibarra, Otavalo y Cayambe y de daños a edificaciones antiguas, fue poca la destrucción directamente producida por el movimiento telúrico.

El epicentro fue junto al volcán Reventador, en una zona caracterizada por laderas muy empinadas, laderas que, adicionalmente, estaban especialmente húmedas por las copiosas lluvias del mes de febrero de 1987. Si bien los terremotos dañaron pocas estructuras, sí debilitaron las laderas de la zona cercana al epicentro. Muchas de esas laderas (humedecidas por las lluvias) al ser sacudidas se desprendieron y produjeron deslaves que, a su vez, tuvieron dos tipos de efectos, los directos y los indirectos. Los efectos directos fueron los daños a la vida y a la infraestructura infringidos por los deslaves. La infraestructura más importante dañada fueron 70 km del oleoducto (Sote, el único que había en el país entonces).

El terremoto llegó en un pésimo momento, pues el Gobierno no tenía acceso a financiamiento externo (estaba en moratoria) ni tenía ahorros (la Reserva internacional estaba en valores negativos). El golpe económico del terremoto fue terrible y, según los datos de la época, el PIB cayó en 6%. Además, el Gobierno decidió financiar sus gastos con emisión inorgánica, lo que disparó los precios y complicó el funcionamiento de toda la economía.

El Gobierno de León Febres Cordero, en la primera semana después de los sismos, tomó medidas extremas como suspensión temporal del pago de la deuda externa, incremento del precio de los combustibles y un plan de austeridad para la población

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