Por Amable Gonzáles
La corrupción tiene varias acepciones, pero en todas ellas subyacen actos y hechos delictivos que afectan el orden político económico y social de un país, de una sociedad, en verdad consiste en un acuerdo inmoral entre un corruptor y un corrupto, que beneficia a ambos en sus propósitos particulares.
En el plano político, la corrupción es un acto ilegítimo, ilícito, mediante el cual se usa y abusa del poder, los bienes y servicios públicos encargados por la sociedad, para el logro de beneficios particulares, sectoriales o de su grupo y que no se identifican, ni comulgan con el bien común.
Los gobiernos en turno, en Ecuador, el anterior, al actual, decía que iba a inaugurar un nuevo esquema de gestión, basado en el ataque a los gérmenes de la corrupción, pero en la práctica, se observa que su gobierno no ha estado alejado de los temas que circundan a este mal endémico que no se lo puede extraer íntegramente.
Toda actividad humana es susceptible de corrupción y apoderarse de los bienes ajenos, es decir robar, eso es tan antiguo como la humanidad, en tanto el ser humano siga siendo tal, apto para renunciar a obligaciones y responsabilidades éticas a cambio de un rápido éxito económico, la corrupción seguirá vigente.
La corrupción en el Ecuador está tan enraizada, tanto en lo histórico del tiempo como en la amplitud del tejido social, que no hay estamento político que no haya sido contaminado. Desde el tiempo de la dominación española ya se vulgarizó el decir “ En las Indias las leyes se acatan, pero no se cumplen”.
Los hechos de corrupción son innumerables, pero más allá de eso, el no caer en las redes pasa por el tema de la ética, de la moral, respetar los principios de respeto hacia los demás, es una cuestión de actitud, de voluntad no es un asunto de leyes, porque esas están allí pero no se las acata.
La corrupción está tan enquistada en nuestro medio que difícilmente se la podrá erradicar en cuatro años, pero no hay lucha que la que no se hace, habrá que hacer el intento, no es suficiente llenarse de palabras de honestidad, hay que serlo, no solo parecerlo; actuar, dar ejemplo a los demás, esto tiene que venir de la propia sociedad, de la familia, del individuo y por supuesto de los gobernantes.