Por J. Raúl Chávez
“El ideal de la democracia, envuelve la ausencia de dirigentes, ya que los jefes, siempre, tanto
más si son abyectos o mediocres, tienden a autocelebrarse como seres excepcionales e
intérpretes directos de la voluntad del pueblo y de los intereses populares”. Kelsen
El populismo tiene como primer componente, la verticalización y la personalización de la
representación, como voz y expresión orgánica de la voluntad popular, sin embargo, esta idea
de representar la voluntad de todo el pueblo, no es válida, pues para Kelsen, el pueblo no es
“un todo colectivo homogéneo “y su “representación ideológica como tal solo sirve para
ocultar la contraposición radical y real de intereses existentes que se dan en el hecho de los
partidos políticos y en el hecho, aún más significativo y subyacente, de las clases sociales”,
según esta idea para el profesor Ferrajoli, “es una deformación de la democracia
representativa en sentido plebiscitario, que ha adquirido connotaciones cada vez más
abiertamente populistas”, la idea del jefe omnipotente como voz y expresión orgánica de la
voluntad popular, para Kelsen es anti-constitucional porque reproduce en términos
“parademocráticos, una tentación antigua y peligrosa, que está en el origen de todas la
demagogias populistas y autoritarias”, no es raro escuchar a los actuales representantes y
candidatos a la presidencia y a la asamblea en estas elecciones 2021, a nombre del pueblo
legitiman y justifican sus acciones, “violaciones de la voluntad popular”, traición a los
electores, violación del mandato popular o electoral, un atentado a la democracia. etc.
Desde esta perspectiva, y del propio análisis que Ferrajoli presenta, esta idea de la
representatividad, “es bastante grave y profundo, dado que esta identificación entre jefe y el
pueblo, no es solo una tesis propagandística, sino que se propone como un rasgo institucional
y como una fuente de legitimación de los poderes públicos, el populismo equivale a un nuevo
especifico modelo de sistema político”.
Esta corriente populista que se identifica con el pueblo (más como estrategia) se sostiene con
la idea de un jefe carismático, sin embargo, estoy convencido que en el concepto de
democracia moderna la palabra “jefe” no cuaja, el país y los ciudadanos requieren la
presencia de un estadista, por cuanto la presencia de un “jefe” tal como lo señala Ferrajoli
“demuestra un debilitamiento de su dimensión política y representativa y no solo de su
dimensión constitucional”. Cierto es que, a esta forma degenerada de democracia Aristóteles
llamó “demagogia” y la definió, como el régimen en el que “el soberano es el pueblo y no la
ley […] los muchos tienen el poder no como individuos, sino en conjunto”,
En fin, al parecer nuestra tierra es muy fértil para el florecimiento de discursos populistas
como flores en primavera….