México 1986 fue el Mundial de Diego Armando Maradona. El astro del Nápoli de Italia se convirtió en el mejor orquestador y el máximo goleador de su país en el torneo, y su determinación de alcanzar el título fue absoluta. Nunca antes un solo futbolista había logrado influir en una Copa de manera tan decisiva como el Pelusa lo hizo en las sedes de México. El artículo se complementa con un vídeo de casi 12 minutos de duración sobre la final entre Argentina y Alemania Occidental, en el legendario estadio Azteca, del Distrito Federal.
Argentina conquistó sin obstáculos su camino al título del Mundial mexicano, el segundo de su historia, comandado por un artista de apellido Maradona.
En México 1986, la Albiceleste capitalizó para sus afamadas vitrinas la corona mundial de México 1986, debido a su futbol creativo y a su extraordinaria fuerza colectiva, guiados por el técnico Carlos Salvador Bilardo y el genio de su astro, Diego Armando Maradona.
Para apoderarse de esta anhelada meta, el equipo albiceleste estuvo preparado, trazó su destino con orden táctico y logró encaminar a sus jugadores en siete complicados juegos ante Corea del Sur (3-1), Italia (1-1), Bulgaria (2-0), Uruguay (1-0), Inglaterra (2-1), Bélgica (2-0) y Alemania Occidental (3-2), llevándolo así a su segundo cetro histórico después de 1978.
Para llegar a este desenlace, la etapa preliminar comprendió 36 encuentros, repartidos en seis grupos de cuatro seleccionados cada uno. El 13 de junio finalizó esta ronda, cuando quedaron eliminados ocho equipos que también animaron la competencia: Corea del Sur, Argelia, Portugal, Hungría, Escocia, Irlanda del Norte y los debutantes Canadá e Iraq.
La fase aclimatación a la altura azteca se terminó para todos. Los equipos hallaron las formaciones ideales y se clasificaron a la segunda ronda de octavos de final diez equipos europeos, cuatro de Suramérica, el país organizador, México, y el sorprendente Marruecos.
LA MAGIA DE DIEGO, CLAVE EN LA FINAL.
No era fácil ser la figura de un Mundial como el de México 1986, en los tiempos de Zico, Michel Platini y Karl Heinz Rummenigge. Pero Diego Armando Maradona lo fue con sobrados méritos y guió a Argentina a su segunda corona.
Nadie podía contenerlo en aquella Copa. Maradona era el factor desequilibrante en el seleccionado, dirigido por el estratega Carlos Salvador Bilardo. Los alemanes, conscientes de ello, intentaron anularlo marcándolo a presión para cortar todo circuito que pudiera comunicarlo arriba con los Jorges, sus cómplices de ataque, Burruchaga y Valdano.
A nadie le quedó la duda de que Argentina ganó el título gracias a que impuso siempre su mayor jerarquía de equipo y al talento y a la magia de Maradona. La noche anterior la lluvia cayó sin interrupción y nunca se supo si ablandó el suelo del mítico estadio Azteca. Los 114.600 personas que asistieron a la sede presenciaron un encuentro de verdadero alarido.
Y si bien Dieguito no pudo marcar durante la final contra Alemania Occidental, como lo hizo en los choques anteriores, un magistral pase suyo transformó un transitorio 2-2 en un triunfo inobjetable para la Albiceleste, gracias al tercer gol del talentoso volante Jorge Luis Burruchaga, el mejor jugador de la cancha.
Maradona fue marcado en forma implacable por el astro alemán Lothar Matthäus en el primer tiempo y Karl Heinz Förster en el segundo, en un intento europeo de jugar diez contra diez, y el astro mundialista no exhibió todo su esplendor, por lo que la responsabilidad del ataque lo asumió Burruchaga.
Un error grosero de Harold Toni Schumacher, en una salida, permitió a José Luis Brown abrir el marcador de cabeza. Una galopada de Jorge Valdano, tras una gran corrida y servicio de Héctor Enrique, colocó el 2-0 en la pizarra.
Entonces, el técnico alemán, el exastro Franz Beckenbauer, liberó las marcas. Argentina se pertrechó y contragolpeó. El 2-0 parecía cómodo… Pero las grandes selecciones nunca se rinde y, en especial, el bicampeón europeo.
Alemania es Alemania. En forma dramática y en solo seis minutos de diferencia, el cuadro germano logró el milagro: igualar a dos ante el asombro general, con los tantos de Karl Heinz Rummenigge y Rudolf Rudi Völler. ¡Nadie podía creerlo! Los últimos minutos, por tanto, resultaron vibrantes.
Todo se definió cuando faltaba muy poco, a seis minutos del final, con la ya descrita jugada de Maradona, en la que filtró un balón a Burruchaga que lo dejó frente a Schumacher y que éste logró definir como los grandes, en el mano a mano.
La fortaleza de los alemanes había sido quebrantada nuevamente. Era el 3-2, un marcador que resultó definitivo, en un juego altamente no exenta de emoción y dramatismo hasta el final. Los fanáticos saltaron esa vez a la cancha para festejar. La Albiceleste fue el bicampeón mundial, por segunda ocasión, y lo hizo merced a la calidad individual del Pelusa, Diego Armando Maradona, entonces el mejor futbolista del planeta.
En conclusión, la final fue memorable y no exenta de emoción y dramatismo. Argentina fue un digno campeón y Alemania un digno perdedor. ( La Nación)