Por vez primera vez en la historia, una única fibra flexible no más gruesa que un cabello humano ha conseguido suministrar una combinación de señales ópticas, eléctricas y químicas hacia y desde el cerebro, poniendo en práctica una revolucionaria idea propuesta hace dos años. Con algunos ajustes para mejorar más su biocompatibilidad, el nuevo método podría proporcionar una forma drásticamente mejorada de averiguar cómo son las funciones e interconexiones de las diferentes regiones del cerebro.
Las nuevas fibras fueron desarrolladas a través de una colaboración entre, químicos, biólogos, especialistas en ciencia de los materiales y otros expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, y otras instituciones.
Las fibras, obra del equipo de Seongjun Park, Polina Anikeeva, Yoel Fink y Gloria Choi, están diseñadas para reproducir la blandura y flexibilidad del tejido cerebral. Esto podría permitir colocar implantes y que estos mantuviesen sus funciones durante periodos mucho más largos de lo que actualmente es posible con las fibras habituales, metálicas y rígidas, posibilitando así una recolección de datos mucho más amplia. Por ejemplo, en ensayos con ratones de laboratorio, los investigadores consiguieron inyectar vectores víricos que llevaban unos genes de opsinas, que sensibilizan a las neuronas ante la luz, a través de uno de los dos canales de fluidos en la fibra. Esperaron que hicieran efecto, y después enviaron un pulso de luz a través de una guía de ondas óptica en el centro, y registraron la actividad neuronal resultante, usando seis electrodos para identificar reacciones específicas. Todo esto se hizo a través de una única fibra flexible de apenas 200 micrómetros de diámetro, comparable con el grosor de un cabello humano.