Ha fallecido en la ciudad de Machala a los 89 años, Alfonso Enrique Paredes, quien nació el 10 de julio de 1933 en la ciudad de Ibarra, fue su abuelita Carmen Amelia Benítez viuda de Paredes, quien lo formó, tuvo dos hermanas Rebeca y Beatriz y procreó junto a su esposa Anita Vilela, 8 hijos.
“La superación de la vida”, así tituló su libro donde narra con lujos de detalles sus esfuerzos y lucha en su niñez y juventud por ser alguien en la vida, hasta convertirse en ejemplar referente del servidor público que, con rectitud, honorabilidad, honestidad cumplió con eficiencia sus obligaciones en delegaciones provinciales de Contraloría General del Estado y en Machala en particular.
SUPERACION
Alfonso Enrique, al envejecer su abuelita entendió que debía trabajar y a los 13 años entró a “Almacén Iris” de Luis Cisneros, en Ibarra.
“Mi abuelita me inculcó que debía ser honrado, comedido, voluntarioso, respetar a los mayores.
Aprendí ser positivo y lleno de fe, pensaba no ser uno más del montón.
Soñaba con ocupar los mejores puestos públicos o privados.
Me auto eduqué por correspondencia en “Radiodifusora Panamericana”, aprendí comercio, taquigrafía, secretariado, mecanografía, contabilidad y teclear la máquina de escribir”, recuerda quien luego impuso su filosofía de compartir sus conocimientos.
Viajó a Tulcán, hizo amistad con gente importante, se afilió al Partido Conservador y al ganar la Alcaldía el doctor Vicente Narváez, le dio trabajo como Auxiliar de Oficina.
Enrique Paredes, parte de su juventud como en la edad madura, laboró ejemplarmente en una de las instituciones del estado más importante y decisivo para el manejo de los recursos económicos.
El 30 de julio de 1959 su primer trabajo fue de Auxiliar de Fiscalización en Contraloría General del Estado en la Provincia de El Carchi, tenía 26 años de edad.
A inicios de 1967 pasó a la Central de Fiscalización en Quito, demostró capacidad y superación.
Casi al finalizar 1967 fue enviado a Portoviejo como Secretario de la Zona II de Contraloría, pese ganar simpatía y respeto por la ciudadanía, no faltaron funcionarios y autoridades que no les agradó su forma de trabajo y lo amenazaron, le exigían recibir dinero y que oculte deficiencias o fallas de los contadores y tesoreros; eso rechazó.
“En junio de 1970 vine a Machala como Fiscalizador de Contraloría, encontré a buenos y malos llamados compañeros unos trabajando honradamente y otros sumidos en la corrupción de a quienes rechacé coimas y se disgustaron porque era funcionario correcto e insobornable.
Para 1973 me enviaron a Cuenca, donde gané respeto y confianza y al fiscalizar al Centro de Reconversión (CREA), chocando con un ex amigo de Tulcán que menosprecio mi preparación y fue egoísta para el cumplimiento de mi trabajo.
En 1974 pasé a fiscalizar al Municipio de Loja, encontrando un millonario faltante en títulos de créditos y dinero y se pudo aplicar la sanción correspondiente al dentro del ambiente legal de la época, se sanciono al tesorero que había intentado muchas veces entregarme carro y dinero para que tape sus fechorías.
En 1979 con el cargo de Auditor fiscalicé al Municipio de Babahoyo, descubrí mal manejo de los dineros del estado por parte del Alcalde, quien con pistola en mano me amenazó, yo con ayuda de la fuerza público se pudo sancionar al funcionario porque teníamos esas atribuciones.
En 1982 retorné a Machala, pero el Jefe de la Oficina de Contraloría no estaba de acuerdo con mi regreso y compañeros corruptos que buscaban una mínima falla de mi parte que jamás la hubo; en esta ciudad seguí con mis principios y valores que me caracterizaban, fruto de ese accionar se pudo aplicar las ley a muchos funcionarios que la quebrantaron y se aplicaron las sanciones correspondientes.
En 1985 me cambiaron a la Oficina de Contraloría en Esmeraldas, donde descubrí que funcionarios, auditores y fiscalizadores eran sobornados por parte de autoridades de los municipios de Esmeraldas y en el Muisne; fue duro, pero ayude y colabores para que se aplique el marco legal vigente y poder eliminar la corrupción en esos lugares.
En1993 retorné a Machala, hice un examen especial al rubro de “adquisiciones de materiales y repuestos” en Autoridad Portuaria de Puerto Bolívar descubriendo que se hicieron millonarias compras a un proveedor que ni siquiera tenía un local comercial, además encontré como se evadían los impuestos en la transportación del banano; varios empleados me invitaron a reuniones íntimas que las rechacé, pero por descubrir esta gran estafa contra el estado, pedí ayuda técnica a Quito, lo que recibí fue que intempestivamente el Contralor General de Estado ordenó me traslade a la provincia de Zamora Chinchipe.
A ese lugar enviaban castigados a servidores de Contraloría que habían cometido irregularidades, que habían incumplido sus obligaciones.
Eso me indignó porque allá estaban todos los funcionarios que habían tenido problemas, me sentí degradado en mi capacidad y experiencia, por lo que el 6 de diciembre del mismo año presenté mi renuncia”, relata en resumen como fue su vida de servicio profesional Don Alfonso Enrique Paredes.
Al tomar la decisión de renunciar a la Contraloría general del Estado, entidad de la cual estoy muy agradecido por los años que laboré, porque contribuyó a mi desarrollo profesional, pero que por culpa de malos funcionarios no iban a lograr que renuncie y niegue mis valores éticos y morales que guiaron mi vida pública y privada.
“En el mes de diciembre de 1994 se acoge a la jubilación dejando para la posteridad sus huellas imborrables de prestigio y probidad, recibiendo por ello diferentes homenajes incluyendo el del H. Congreso Nacional, de la I. Municipalidad de Machala, entre otras, las que servirán como paradigma de generaciones presentes y futuras de Machala, El Oro y la Patria”, escribió Leonel Aguilera Nichole, abogado articulista en diario Correo de Machala, el 20 de agosto del 2012. Paz en su tumba.