Por Angel Checa
La violencia y la inseguridad se recrudecen cuando los gobiernos priorizan asuntos y negocios privados en detrimento de lo público.
Se agravan cuando los valores y las relaciones sociales pierden importancia frente a la obsesión por obtener recursos y bienes; cuando los jóvenes sueñan con tener dinero a cualquier costo, hasta el punto de convertirse en presas fáciles y carne de cañón de las mafias.
La violencia y la inseguridad se intensifican cuando la cabeza del poder político se corrompe en su ansia de acumular bienes, beneficios y dinero 💸 para sí mismos, sin importarles el abandono, la desesperación y las necesidades apremiantes de las mayorías.
Recrudecen cuando las fuerzas del orden no están satisfechas con sus ingresos legales y quieren más 💸, dispuestas a servir a las mafias a cambio de un sobresueldo muy superior al que les paga el Estado.
Se agudizan cuando la justicia se vende al mejor postor, y el poder político condiciona a jueces y fiscales para perseguir y condenar a inocentes o adversarios políticos incómodos para sus fines perversos.
La violencia y la inseguridad aumentan cuando los cuerpos de seguridad del Estado dejan de servir a la Patria para someterse a embajadas y organismos extranjeros que deciden el destino de un país derrotado.
Se exacerban cuando los gobiernos no actúan en pos del interés nacional, sino bajo mandatos de organismos internacionales como el FMI, que impone agendas económicas y políticas conducentes a un futuro desolador.
Se recrudecen cuando los delincuentes negocian con el gobierno, imponen condiciones a la justicia, queman “legalmente” evidencias y escapan por decenas de las cárceles para sembrar muerte en barriadas populares.
La violencia y la inseguridad persistirán mientras el pueblo no despierte, siga votando por los mismos y permanezca embobado por los medios de comunicación, instrumentos de desinformación al servicio de quienes causan este desastre.