El consumo medicinal del cannabis se remonta hace, por lo menos, 3000 años y se empezó a emplear en la medicina occidental en el siglo XIX, considerando que aliviaba el dolor, la inflamación, los espasmos y las convulsiones. Reino Unido fue, junto con Portugal, uno de los países pioneros; en 2003 y en 2001, respectivamente, despenalizaron su uso, siempre que se tratara de un consumo terapéutico.

El cannabis de uso medicinal es un aceite derivado de la planta de marihuana con alto contenido de cannabidiol y baja proporción de tetrahidrocannabinol (THC), el elemento que causa adicción. En el 2017, la Organización Mundial de Salud (OMS) emitió una recomendación pública para no catalogar el cannabidiol como una droga, argumentando que cuando tiene un uso terapéutico, no existe riesgo de que genere dependencia.

En este contexto, por inicativa del asambleísta Ángel Sinmaleza, vicepresidente de la Comisión de la Salud, en el Salón José Mejía Lequerica, se desarrolló el Primer Simposio Internacional sobre esta temática, en el cual varios países de la región compatieron sus experiencias.

Alexis Ponce, activista de derechos humanos y presentante de la Liga de Cáncer de Seno, lamentó que Ecuador esté a la retaguardia en el tema, tras invocar a los actores sociales, a pacientes y familias a implementar mayores jornadas de lucha por el derecho al buen morir, a disminuir el dolor de personas que sufren enfermedades oncológicas severas, a una vida donde salud no sea confundida con delito y donde la libre opción al uso del cannabis no sea confundida con guerra antidrogas.

Antonieta Valenzuela, de la Fundación Daya, a través de videoconferencia,  comentó que en Chile se permite el uso y producción del cannabis desde el 2014, con autorización y control permanente de las autoridades. Esta sustancia, a más de reducir los altos costos de fármacos regulares, ha permitido disminuir el dolor en pacientes con cáncer y que tengan un acompañamiento profesional en las terapias.

Categorías: Sin categoría